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Traveling inside: Granada

Granada, España

Una de las cosas que tengo pendiente es visitar mi propio país. Me encanta salir fuera y conocer otras culturas, países y ciudades en las que todo es nuevo y el idioma te esquiva porque no puedes entenderlo; esa paz mental al dejar de escuchar ruido residual de conversaciones que no son la tuya. Pero cada vez más miro hacia dentro de las fronteras del país que me vio nacer y tengo más y más curiosidad por conocer sus ciudades, sus contrastes, sus diferencias. Porque aunque hablemos la misma lengua y podamos considerarnos vecinos, venirme a vivir a una ciudad diferente me ha hecho darme cuenta de las grandes diferencias que tenemos entre comunidades, climas y mares.

Así que cuando surgió este viaje express e inesperado a Granada, mezcla de ciudad árabe y cristiana por excelencia el corazón me dio un vuelco porque no había si no escuchado cosa buenas de ellas. Y tengo que decir que todo lo que escuché fue poco para lo que sentí cuando aparecí allí.

Os cuento un poco; fuimos en coche un fin de semana sin hotel, sin lugar para dormir, sin planes. Simplemente ir allí, visitar la ciudad, dormir en el coche y volver porque podíamos hacerlo, así de simple. Tras cruzar la Comunidad Valencia y Murcia, entramos en Andalucía y lo primero que me impresionó fue Sierra Nevada. Esa montaña inmensa, grande hasta donde alcanzaba la vista. Nosotros teníamos calor porque entraba Mayo en el calendario y sin embargo allí estaba ella, toda llena de nieve. ¿Cómo dos estaciones tan diferentes podían convivir en el mismo plano de existencia? Era sobrecogedor, y preciosa. Y nos quedamos embobados mirándola hasta dejarla atrás para entrar en la ciudad.

Tengo que seros sincera, al principio, a las afueras, parecía una ciudad completamente común y residencial. Casi me decepcionó... hasta que aparcamos y fuimos andando al centro. Por suerte, Pat ya conocía sus calles, sus monumentos y los mejores sitios para impresionarnos y lo consiguió. ¡De sobra!

Las calles estrechas del mercado árabe me atraparon y pasé allí horas entre los dos días que estuvimos, los jardines de la Alhambra y todo el parque que baja de ella, el barrio de Albaycín tan maravilloso, antiguo, llena de rincones y de sitios especiales como la tetería que encontramos frente al museo de la Tortura (si, ¿quién lo iba a decir?). Fue una absoluta sorpresa ya que simplemente queríamos ir al baño y nos encontramos un rincón árabe con una terraza secreta con vistas a la Alhambra. No dejéis de visitarla si pasáis por allí, por favor, es indispensabe. Pedí un té de rosas que me supo a gloria. La belleza y el secretismo del sitio hacían que supiera mejor, sin duda.

Me encantó la catedral, las calles empedradas, los edificios árabes restaurados para poder verlos mejor por dentro... pero sobre todo, ¡las tapas! Es algo "típico" en Madrid pero ni se asemeja a las tapas de Granada. Otro sitio indispensable es Ávila II, un pequeño bar donde comes de pie porque nunca hay sitio y donde, por 2.50€ te ponían un vino o cerveza (o gazpacho, cómo no) y un plato de lo que quieras que los de la abuela se quedan cortos. Salías comido y bebido para el tiempo que pasases allí y yo doy fe porque no podíamos ni movernos. ¡Qué maravilla!

La experiencia de dormir en el coche, tapando las ventanillas con mantas y camisetas fue divertida, la verdad. Pero sobre todo, compartir ese viaje con esas personas fue lo más maravilloso de todo.

Id a ver Granada. Os enamoraréis como lo hice yo.



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