La albufera de Valencia y su embarcadero es de esos lugares a los que volverías ciento de veces y sería como la primera vez que los visitas. Especialmente al atardecer momento en el cual llega a resultar sobrecogedor. Toda esa agua en calma hasta donde alcanza la vista, teñida de rojo, rosa y oro. Pero eso os lo enseño en otro momento.

Durante el 365 days que empecé y que tuve que abandonar por falta de tiempo y dedicación quise ir para hacer la fotografía diaria allí pero por el camino me topé con esta carretera que daba a una playa y sin duda tuve que parar. Al final todo salió allí, pero fue un momento donde Pat estuvo inspirado y yo también y salió una sesión fotográfica con olor a otoño y sensación de finales de verano que es de las que más me han gustado hasta ahora.

He querido enseñárosla porque no es algo que pase habitualmente. Que me sienta tan a gusto siendo retratada y salgan cosas tan especiales.

¿Qué os parece?

Por cierto, mi vestido de princesa escocesa, como lo llamo yo, es de Blanco de hace mil años. En Madrid voló inmediatamente y medio año después encontré la colección completa en Gandía sin tocar. Entiendo que Madrid sea una de las capitales de la moda pero no sabéis lo que me alegró que aquí en Valencia no se atreviesen a llevarlo, como me dijo la dependienta.

PARA MÍ.