Calle de las Acacias, 2A, 28140 Fuente El Saz de Jarama, España
09 oct 11
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Al final acababa encontrándola. Correr alrededor del mundo, cruzar ocĂ©anos y vivir en ciudades solo le recordaba que algĂşn dĂa volverĂan a encontrarse. La libertad era un trago fuerte como el tequila que aprovechaba hasta el fondo, invitando, sentada en la barra un bar (y le daba igual cual) a cualquiera que quisiera sentarse a su lado, mirar en sus ojos y contarle una historia sin principio ni gloria. Era capaz de hacer sentir esa misma libertad, esa rotura de los contornos de la realidad y del cuerpo mismo con tan solo un par de frases mal dichas, pero llenas de sonrisas. Pensaba que podĂa acabar en cualquier sitio porque sin prisa para volver no hay miedo para irse y quizá podĂas acompañarla si compartĂas con ella un cigarro.
DormĂa de madrugada, y por la mañana, y se levantaba cuando todo se estaba poniendo, con el pelo revuelto y largo y el sol del atardecer calentándole los muslos y la tripa. Miraba intensamente y podĂa hacer arder cualquier cosa con un solo beso.
Pero, al final, siempre acaba encontrándola. SalĂa del bar abrochándose la chaqueta y con la mirada baja, enrrollada en una bufanda que no era suya ni olĂa a ella. Huir por entre las calles llenas de gente, chocándose constantemente con voluntades ajenas y más fuertes que la suya solo le llevaba al mismo punto de siempre. Al mirarla veĂas la lucha en sus ojos, la veĂas más guapa que nunca, más valiente que nunca, feliz, porque ella era asĂ. Pero al irle a dar un beso notabas sus mejillas mojadas y sus manos temblaban. O quizá no lo notaras y ella tirara de tĂ como siempre hacĂa llevándote un paso más allá de donde pretendĂas ir.
Pero de cualquier manera estaba allĂ, con ella, haciĂ©ndola sentir cosas que nunca quiso recordar, sentada en el suelo y la espalda en la pared, con el cafĂ© frĂo en las manos y colillas en un cenicero lleno. Dejando pasar las horas, vencida momentáneamente, cerrando los ojos y recogiĂ©ndose, cansada, el pelo con las manos. Intentando encontrar una vez más los motivos por los que caminar por ese pasillo de napalm inflamable.
Y quién la acompañara.

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